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By Emily Jimenez
Este es un nuevo proyecto para encontrar una medicina que ayudará a las personas a detener el proceso de envejecimiento. Aún no aprobado por la FDA, científicos han tratado tubos de medicinas en experimentos a ver los efectos sobre los indivi-
Agarré el control y quité el sonido del televisor. Las ocho y veintidós por la mañana el reloj dice, ahí en la pared de ladrillos blancos, cantando su misma canción: tic, toc, tic, toc, tic, toc... Coloqué mis piernas alrededor de la cama sin dejar de ver la televisión al frente de mí. Al tratar de pararme, sentí mis huesos temblando con el peso de mi cuerpo sobre mis pies. Y ahora, con mis pies en el piso, me puse a temblar más; el invierno penetraba el fondo de mi casa y me persuadía a no salir de mi cama. Camine hacia la cocina para recoger cucharas y tenedores de la mesa, manchado con el marrón de un bizcocho. Un nuevo día.
Al entrar en mi baño, vi a una mujer que parecía irreconocible en comparación con un año antes. Los ojos hundidos y arrugados. El pelo negro con manchas blancas como la nieve por las raíces. 039. La tinta negra destelló por un momento cuando mi pelo cayó detrás de mi oído. Al dar un paso delante del espejo, pisé una jeringuilla. Pateé el objeto y me dirigí a la bañera. Solo un segundo después, el humo del agua caliente empezó a arremolinarse alrededor de la pequeña bañera. No me importaba cuál era la temporada; siempre me duchaba con agua caliente. Eso me ayudaba a relajar mis músculos que siempre quedaban entumecidos con cualquier movimiento. Cerré mis ojos. Feliz, feliz en tu día. Amiguita que Dios te bendiga. Que reine la paz en tu vida… Recordé la cara de mi madre. Ojos brillantes y suaves con una sonrisa grande. Su pelo largo y negro como la noche sin la luna. Siempre la gente pensaba que éramos hermanas por su energía de juventud. Ni una sola vez ella se olvidaba de celebrar los cumpleaños de sus hijos. Pero está vez ella no estuvo ahí para olvidar. Solo un pequeño desequilibro adentro de su cuerpo. Y como así, nada más quedan recuerdos. Rápidamente, cambié la temperatura del agua a fría para ignorar el dolor de cabeza. Sentí mis músculos comenzando a tensarse, pero era mejor que la angustia. Al dar un paso afuera del baño, oí mi alarma. Eran las nueve de la mañana.
Coloqué una jeringuilla limpia atrás del espejo y fui a buscar la medicina. GH3. Centrophenoxine. K.H.3. Phosphatidylserine. Deprenyl. Acetyl-l-carnitine. Botellitas negras salpicadas por el aparador con mezclas de químicos adentro. Encontré mi nueva mezcla de medicina por el piso del aparador. #73. 73 pruebas y errores. Agarré el cordón azul y lo amarré a mi brazo izquierdo, aguantado la tirantez con mis dientes. También para reprimir el dolor. Nunca fue más fácil de hacer. 1. 2. 3. Un escalofrío pasó por mi espina cuando sentí el frío de la jeringuilla rompiendo mi piel fina. Desde cuando empecé, creía que los científicos iban a encontrar la vacuna de envejecimiento rápido, ¿no? Pero después de setenta años de experimentos, muertes de sujetos, financiación gubernamental, prueba después de prueba después de prueba… ¿no hay nada todavía?
No quiero terminar como mi mamá. Sus ojos que eran brillantes se nublaron, eran de un color gris cuando yo la vi en su ataúd. El pelo negro que era radiante se mezcló con los vestidos y trajes alrededor de ella como cuervos. Podrías nadar en los más hondo de las arrugas de su cara. Cuando miré todos los mínimos detalles de su cara, vi un reflejo de mí misma. Ya era tarde para salvarla.
¡Voluntarios necesitados para pruebas de una nueva medicina! Si quieres participar, llama a este número para escuchar los beneficios… El cartel de un verde luminoso apareció por la esquina de mi visión. Las luces de la calle hicieron que el papel pareciera brillar en el crepúsculo de la noche. Tomé una foto y me fui a hacer la llamada.
Puede sentarse ahí. Relájese. Las máquinas sonaban alrededor de mi cabeza, aumentando mi ansiedad como si las luces blancas no fueran suficientes. Inhalar. Exhalar. Inhalar. Exhalar. Respira hondo y a la cuenta de tres, suéltalo. Cerré mis ojos y aguanté mi respiración hasta que sentí un shock de dolor detrás de mi oreja. Lo que recuerdo es que salí de la oficina con mi cabeza ardiendo como si fuera fuego. Llegué a mi apartamento y me dormí en cuanto mi cabeza tocó mi almohada.
El sol desde la ventana iluminaba la taza vacía en la mesa. Me tumbé en el sofá, mirando a la televisión apagada al frente de mí. Juro que escuché la estática de la televisión, pero sabía que mi mente sólo estaba sintiendo los efectos de la medicina. Tic, toc, tic, toc, tic, toc... Recordé que todavía no había comido e hice mi camino a la cocina. Abrí la nevera y desperté un poco por la ráfaga de aire frio. Analicé qué podría ser mi desayuno. Leche. Huevos. Zanahorias. Jamón. Terminé eligiendo el bizcocho de chocolate. Casi todo el bizcocho todavía estaba ahí. Tomé unos de los últimos platos limpios al lado del fregadero, una cuchara, y me fui a la sala. Respira. Mi visión comenzó a volverse borrosa. Agarré la silla más cercana a mí y estabilicé mis pies en el piso frio. Blanco. Marrón. Rojo. Blanco. Blanco. Blanco. Por cada segundo que pasaba, cada parte de mi cuerpo se decidía a temblar. La estática creció en volumen. Necesito buscar la jeringuilla. Empujé mi cuerpo adelante con toda mi fuerza con cada paso. El cuarto parecía tan cerca, pero tan lejos…
Cuando era niña, mi madre siempre me contaba un cuento antes de dormir. Muchas veces, la historia era sobre una princesa que vivía cada día con enorme energía y cumplía todas sus aventuras. Una noche era sobre cómo la princesa montó un caballo por primera vez. O sobre cómo ella decidió atacar sus miedos a la oscuridad. Nunca olvidaré su suave voz imaginando estos cuentos al lado mío.
¿Mamá? Grité desde el piso, tratando de controlar mi mente. Pero al oír mi voz, sentí un tono rasposo saliendo de mi garganta. En ese momento supe que era demasiado tarde.